Nota del Webmaster: aprovechando que el Dr. Noti fue a pasar el fin de semana fuera de la ciudad alejado de la Internet, publicamos este relato firmado por Adalberto Aschucarro, ex futbolista del club Blooming de Bolivia, quien afirma haber vivido una traumatizante aventura amorosa con Amalia ‘Yuyito’ González, ex esposa de Guillermo Coppola. En vista que apareció en distintos comentarios a notas, Notiblog advierte a sus lectores que el siguiente relato podría ser apócrifo, y por lo tanto no garantiza la veracidad de los hechos descriptos o la participación de las personas mencionadas.

Quiero descargar en este relato el peso que siento en mi conciencia por haber dilapidado una carrera futbolística por un desliz en casa de Coppola. Me perdí de hacer un fangote de guita en transferencias a clubes de Rusia, Holanda y Portugal por culpa de Yuyito, la ex mujer de mi manager Guillermo Coppola, que dejó de serlo por que una tarde lo fui a buscar a su casa y me recibió ella. Tenía un camisón blanco transparente sin ropa interior, los rulos ligeramente despeinados y sandalias taco aguja de 12 centímetros. “Pasá, ya está por venir, está con Diego haciendo unos trámites” me dijo al tiempo que subía una escalera que supuse conducía al dormitorio. Yuyito volvió enseguida con un vestido de fiesta color rojo pasión en la mano y dos elásticos que pensé eran para atar el perro que ladraba en el patio. “¿Cuál de estas dos tanguitas me quedaría mejor con este vestido, la negra o la roja?” Estuve a punto de tirar a la mierda el Gatoreid que me había servido minutos antes rechazando un generoso vaso de whisky que ella me había ofrecido. “Te molestaría que me pruebe estas bombachitas delante tuyo así me das tu opinión de hombre? Hoy es nuestro aniversario de casados y quiero sorprender a Guille”. “No me molesta, por favor señora”, contesté yo temblando más que Sofovich jugando al Yenga.

Me la desenganchás?” dijo Amalia cuando se agachó para ponerse la tanga roja y quedó trabada en el fino taco de su sandalia. Rápidamente me acerqué por detrás y apoyando una rodilla en el suelo para llegar a la tanga, la destrabé no sin antes oler una magnífica fragancia de perfume francés que emanaba de todo su cuerpo. “Bueno, ahora subila despacito mientras me miro al espejo”, dijo ella, y yo abrazando con índice y pulgar a cada lado de ese insignificante elástico, le subo lentamente la tanguita —como la señora había pedido— y dejo el resto de mis dedos abandonados al roce de sus piernas. “Ay, me hacés cosquillas!” se quejó la Yuyo al momento que levantaba su traslúcido camisón y abría ligeramente las piernas para trabarla en esa pilosa rajadura. Hacía calor, yo andaba de pantalones cortos, y antes que pudiera liberarme me toma ambas manos y me pide que me quede atrás abrazándola. Mirándonos en el enorme espejo del living, mi pene luchaba denodadamente por librarse del slip que lo ataba. Yuyito me sintió el bulto y comenzó a menear sus caderas en círculos y yo afirmado con un brazo rodeando su cintura, le acariciaba frenéticamente su rígido pezón izquierdo con mi mano derecha . “Te gusta de parado?” preguntó, y sin tiempo a que pudiera responder, Yuyito metió las manos en mis shorts y sacó mi verga al tiempo que se arrodillaba y, con los ojos extraviados, se miraba en el espejo con el trofeo en las manos. Se la devoró tan violentamente que le produjo unas arcaditas que tuve que calmar dándole palmaditas en la espalda.