Es increíblemente alucinante, no podés dejar de mirarla. Esa mata de pelo infernal entre las piernas parece dibujada, y muchos pensarán que es un truco, porque ni tu tía Marta tiene la concha tan peluda. Es algo realmente totalmente inaceptable hoy, pero sirve para que la próxima vez que veas a tu mina depiladita agradezcas que no tuviste tu adolescencia en los años ochenta. Ojo que hay muchos que tienen el felpudo así como fetiche.

En esta nueva edición de Notiblog Retro, nos complace presentar en forma exclusiva otro capítulo del diario personal de la estrella del fútbol coya Adalberto Aschucarro, quien deslumbró como delantero del Blooming, uno de los clubes más prestigiosos de Bolivia. Bajo el título En el Valle Rosado, el ex crack desgrana las circunstancias de su encuentro con Silvia Pérez, quien acompañaba al recordado capocómico Alberto Olmedo en No Toca Botón, el programa de mayor rating de la segunda mitad de la década del ochenta. Notiblog recomienda leer el siguiente relato como ficción, ya que por tratarse de un diario personal es posible que los deseos incumplidos del autor le hayan llevado a dar por verdaderos hechos que sólo existieron en la apunada imaginación de quien jugando en Bolivia llegó a lo más alto del fútbol mundial, ya que como sabemos, ese país está muy por encima del nivel del mar. Las fotos de Silvia Pérez desnuda son de la Playboy de la época, cuando se usaba tener mas pelo en la concha que en la cabeza. De todas maneras, ya quisiéramos que alguna de las depiladitas de hoy mostrara en la Playboy actual la concha de frente y con las gambas abiertas como hizo Pérez hace veinte años atrás.

Silvia Pérez pone su cara más natural en un desnudo que en su época fue muy fuerte.
En el parlante del BMW de Guillote sonaba a fondo AC/DC. El cantante Bon Scott me gritaba “I’m on the highway to hell” y tenía razón, yo estaba en la autopista al infierno por estar día y noche pendiente de ese sátrapa, un tipo que causaba un vertiginoso descenso de mi moral y sanas costumbres. Había ido a buscar un video de gimnasia aeróbica que me había encomendado justamente Guillote, que ridículamente creía que un poco de ejercicio en su casa le iba a ayudar a redimir alguna parte de ese cuerpito carbonizado por la falopa. Entré a un amplio gimnasio que tenía sobre una pared de espejos una barra de madera “Veía claramente el dibujo de un triángulo de sudor que nacía en el elástico y se perdía en la raya para volver a aparecer como un delta acuífero en el encajado papo.”como esas donde practican las bailarinas de ballet clásico. “Esperame que ya estoy con vos”, dijo ella, que estaba sola en el gimnasio elongando sus piernas. “Vos sos el gran goleador del Blooming?” inquirió ella; “Y vos sos la actriz Silvia Pérez?” repregunté yo. Era una porquería aguantar al drogón, pero cuando me permitía codearme con minas como la Pérez lo adoraba. “Me dijo Guille que ibas a venir” dijo Silvia, y yo me acerqué para observar cómo su redondo y trabajado culo se comía los últimos centímetros de costura de su calza amarilla. Veía claramente el dibujo de un triángulo de sudor que nacía en el elástico y se perdía en la raya para volver a aparecer como un delta acuífero en el encajado papo. “Este ejercicio de elongación es muy bueno” comentó Silvia, “¿Uds. Lo hacen en las prácticas del Blooming?”. “Si pero en el suelo”, contesté nervioso. “No, parado es mucho más efectivo, poné la pierna como yo”, me instruyó Silvita y yo me sentí ridículo vestido con mi traje Armani, apoyando las manos en la barra y levantando la pierna derecha como un perrito listo para echar un meo. “Me voy a cambiar rápido por que me esperan el Negro y Hugo en el canal para grabar”, dijo Silvia refiriéndose al Negro Olmedo y Hugo Sofovich. “Si andás en auto, me harías el favor de llevarme?”. “Si,claro”, contesté solícito.

Silvia Pérez y una foto que más allá de la baja calidad del papel ilustración de la Playboy nacional de hace veinte años atrás, muestra un lomazo realmente muy bueno. Era una flaquita fuerte cuando lo que gustaba eran bestias tipo Moria Casán o Yuyito González, una onda vedette de Teatro Maipo.

Silvia Pérez y su terrible carpincho peludo, una especie hoy extinta.
Silvia se fue a cambiar de ropa detrás de un biombo, y yo fuí a hacer como que me arreglaba la corbata frente a un espejo desde el cual podía ver a Silvia sacarse la ropa. Primero la ví sacarse el elastizado top de lycra y se quedó en tetas, pero quedaron fuera del ángulo y no las pude ver en el espejo. Después Silvia se bajó hasta la rodilla su húmedo pantaloncito y se inclinó para sacarse las zapatillas, con lo que pude ver sus ruborizadas nalgas. Inmediatamente, mis ojos se posaron sobre esa mata de pelos que emergían de entre sus piernas como un nido de gorriones. Seguidamente, enfundó todo ese glorioso nido con una mínima tanga de algodón blanco. En ese momento sentí el estallido de un pequeño Chernobyl en las bolas que elevaron la temperatura de mi cuerpo a grados inimaginables y lo contaminaron de isótopos radioactivos de sexo. Silvia se puso entonces una minifalda tableadita que apenas le tapaba el orto. Embadurnó sus piernas con crema para que lucieran brillantes y se subió a unos estilettos italianos de taco alto plateado y puntera negra que dejaban desnudo el empeine de sus bellos piecitos. El reactor Nº 4 salió de servicio en medio de un incendio infernal, había llegado la hora de evacuar la población. La llevé a Canal 9 y me pidió que la esperara. A los pocos minutos salió, aduciendo que se había suspendido la grabación porque Javier Portales se descompuso y Olmedo estaba tan mamado que no la había reconocido y se la quería coger. Me invitó entonces a que fuera con ellos a cenar y acepté con gusto.

Nuevamente Silvia Pérez muestra esa caverna llena de pelos y uno tiene que suponer que en esa época nadie chupaba conchas. O quizás algunos se jugaban la vida buscando el clítoris en ese océano de pelos usando un snorkel para respirar. Esta sería una de las poses que nos gustaría que hiciera Silvina Luna, que ya firmó para la Playboy Argentina de hoy. ¿Qué harías si en la próxima Playboy saliera la Chivi, Rocío Guirao, Carla Conte, o tu famosa favorita en estas poses?

Silvia Pérez debe haber ratoneado a muchos, incluido tu viejo. Seguro.
Nuestra mesa se componía de Susana Romero, Pepe Parada, Cesar Beltrán, Hugo Sofovich, Silvia y el Negro Olmedo, que pellizcaba un pedazo de pan para sacarse el pedo. Yo escuchaba fascinado las anécdotas de Pepe sobre la farándula, cuando de repente siento una insistente molestia entre mis piernas. Era el pie de Silvia, que jugaba en mi bragueta haciéndome sentir Chiquito Reyes en el famoso sketch de No Toca Botón. Traté de disimular masajeándole los deditos con una mano y cuando la cena terminó, Silvia me pidió que la llevara por que estaba cansada y quería dormir. Ya en el auto, Silvia reclinó un poco el asiento y apoyó los pies sobre la guantera. De reojo adiviné “Ella subía y bajaba facilitándome el viaje desde su clítoris al ano, y mi tren bala buscaba sosiego en el valle rosado de su concha”.un pequeño Teletubby blanco asomándose entre sus nalgas saludándome amigablemente, ella ya estaba delirando de afrecho. Llegamos a su depto y me invitó un café. Mientras ella batía en una taza de porcelana en la cocina, yo me acerqué por detrás y la abracé como para explicarle cómo hacerlo, pero no pude. Mis labios se escaparon por la pendiente de su cuello y luego volvieron a besar los suyos, y pronto intervinieron nuestras lenguas y después nuestras manos, y la tacita de café voló a la mierda estrellándose contra el piso. Silvia acostó su pecho sobre la mesada de la cocina abriendo las piernas y en puntas de pie se levantó la pollerita. Yo me arrodillé desesperado, hociqueando esa adorable cola como un perro de la división narcotráfico buscando falopa. Usé mi dedo pulgar para mantener a un costado esa tanga que me impedía lengüetear a gusto. Ella subía y bajaba facilitándome el viaje desde su clítoris al ano, y cada tanto mi embravecido tren bala buscaba sosiego en el valle rosado de su concha. La descarga no se hizo esperar y pronto la llené de rica y nutritiva leche. Ella me miró indulgente, sabiendo que el resto de la noche me tendría entre sus sábanas. El Guillote se las iba a tener que arreglar con María Amuchástegui a los pedos desde la tele.fuentehttp://www.notiblog.com/category/silvia-perez/